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jueves, 6 de mayo de 2010

JAVIER ABUGATTÁS, EX VICE MINISTRO DE ECONOMÍA “En cinco años se puede eliminar la desnutrición crónica infantil”


Javier Abugattás, ex viceministro de Economía y catedrático de la Universidad Católica, analiza la relación entre inversión en la infancia y desarrollo económico. Llama la atención sobre la contradicción entre el crecimiento económico del país y lo poco que se ha avanzado en desarrollo humano, señala las prioridades que se deben establecer para revertir esta situación y asegura que existen los recursos económicos para acabar con la desnutrición crónica infantil en cinco años. Abugattás destaca como “un paso fundamental” la decisión de la Mancomunidad de Alcaldes de Ancash de priorizar la inversión en la infancia.

Entrevista: Carlos Noriega

¿Cuánto afecta al desarrollo del país el no prestarle la atención necesaria a la infancia?
La atención a la infancia es fundamental para el desarrollo. Sin prestarle atención a cada uno de los 42 mil niños y niñas que nacen cada mes en el país hay un riesgo enorme de pérdida de capacidad y potencial para el desarrollo. Eso se ve reflejado en todos los campos: económico, social, ciudadano, democrático. Si no logramos cambiar radicalmente la calidad de los servicios, como educación y salud, para que las personas puedan desarrollar el máximo de su potencial, tendremos trabas severas para el desarrollo del país.

¿Cuáles deben ser las prioridades al momento de destinar recursos para la inversión en la infancia?
Tenemos que tener pocos objetivos y que sean claros. Las prioridades deben basarse en los programas estratégicos a favor de la infancia que se han establecido. Estos programas comenzaron siendo cinco y ahora son quince, pero no hemos sido capaces de cumplir los objetivos establecidos. Los cinco programas iniciales fueron los de salud materno neonatal, nutrición, los logros de aprendizaje en la etapa inicial de la educación, el acceso a una identidad al momento de nacer y el acceso a servicios básicos. Antes de crear nuevos programas, en los próximos cinco años debemos concentrarnos en trabajar para lograr cumplir con estos cinco programas estratégicos, que tocan aspectos fundamentales desde el inicio de la infancia hasta por lo menos los once años. Estos programas ya están establecidos como una prioridad en el Presupuesto Nacional, pero su ejecución no marcha bien. Esto refleja una diferencia entre la declaración de lo que queremos hacer y lo que realmente se hace en la práctica.

¿Esto se debe a falta de recursos económicos para cumplir estos objetivos a favor del desarrollo de la infancia, o es un problema de falta de conciencia y de voluntad política?
El problema no es económico. Un primer problema es la falta de capacidad de gestión, en todos los niveles. Existen los recursos globales para lograr las metas establecidas en los cinco programas estratégicos a favor de la infancia, pero no se está dedicando lo suficiente para obtener los resultados que se han establecido. Los recursos económicos tendrían que ser jalados por una capacidad de ejecución real. Hay una desatención general a la infancia. En el papel se han logrado cosas, pero los agentes que deben aplicar eso no están actuando.

¿No hay voluntad política para actuar?
Falta capacidad de gestión y de vigilancia ciudadana. La voluntad política se ha expresado a un cierto nivel al establecer la prioridad de los programas estratégicos a favor de la infancia en la Ley de Presupuesto. La única forma para llevar esta prioridad a la práctica es una gran presión ciudadana. Debemos fijarnos cumplir estos cinco programas estratégicos a favor de la infancia como una meta nacional.

El Perú ha tenido un período largo de crecimiento económico, pero ¿cómo estamos en desarrollo humano?
En crecimiento económico estamos en los primeros lugares en América Latina, pero en desarrollo humano estamos entre los últimos países de la región. Esta es la contradicción del Perú. No hemos sido capaces de usar los recursos producto del crecimiento económico para cerrar los déficits que hay en los servicios universales y en empleo digno para todos. En desarrollo humano se ha avanzado mucho menos de lo que era posible avanzar. Eso se puede medir, por ejemplo, en la calidad de los servicios de educación y salud. Hay déficits en estos servicios que se pudieron haber cerrado con una asignación correcta de recursos y con un seguimiento para que estos recursos realmente se ejecuten. Las brechas sociales son muy grandes.

¿Qué se debe hacer para cerrar esas brechas sociales?
Las organizaciones de la sociedad civil deberían seguir el avance en los programas estratégicos a favor de la infancia y exigirles a las autoridades su cumplimiento. Ese seguimiento tiene que ser mensual, porque dejando las cosas para una evaluación cada cinco o diez años no llegamos a ningún lado. La mejor herramienta para cumplir estos programas estratégicos es que en cada localidad la gente sea capaz de seguir a los nuevos niños menores de 30 días y ver que no tengan déficits. Este seguimiento también permitiría conocer los problemas de asignación de recursos para reorientarlos permanentemente. Tenemos que acostumbrarnos a un seguimiento, evaluación y corrección continua, no cada cinco o diez años. Debe haber un acompañamiento múltiple y competencias compartidas en la ejecución de los recursos para mejorar los servicios. Todo esto se puede hacer con los recursos económicos que tenemos. En las épocas de vacas gordas debemos guardar reservas para que nunca falte dinero para la inversión en sectores como educación y salud. Tener esa reserva sería la mejor red de protección social.

Las cifras nacionales de desarrollo humano son preocupantes, pero los promedios nacionales esconden situaciones mucho más dramáticas en varias regiones del país, especialmente en las áreas rurales.
Así es. En un país tan diverso como el Perú los promedios nacionales nunca reflejan la realidad. Las diferencias son abismales y el sector rural históricamente ha estado relegado, y eso sigue siendo así. Los niveles de servicios en regiones andinas, como Huancavelica, o en las regiones de la Amazonía, son muchísimo más bajos que en el resto del país. Estas diferencias, que separan al país, es lo primero que debe ser corregido por la acción pública, pero con mucha participación de los ciudadanos.

¿Es factible llegar a tener una desnutrición crónica infantil cero, que es una de las metas del Pacto Ciudadano por la Primera Infancia?
Sí, es factible. Solamente prestando atención al aspecto neonatal, que es cuidar al niño desde antes del nacimiento hasta el cuarto año de vida, en cinco años tendríamos desnutrición crónica cero. Cada mes se debe vigilar si cada uno de los 42 mil niños nacidos en ese período en el país tiene su certificado de nacido vivo y si recibe una atención adecuada. Esa vigilancia la debe hacer cada provincia. Y cuando se detecta a un niño que no recibe la atención adecuada, corregir ese defecto. Ese es un trabajo que no requiere grandes recursos económicos, pero sí mucha persistencia. Si esa atención al niño fuera nuestra primera preocupación como Estado, no hay razón para no lograr eliminar la desnutrición crónica infantil en cinco años.

¿Cuál es el resultado de los módulos de infancia, que usted elaboró hace tres años conjuntamente con UNICEF, en la capacitación para mejorar la formulación y gestión de proyectos de desarrollo social?
Esta capacitación está dirigida a los tres niveles de gobierno: nacional, regional y local. La capacitación no es cuestión solamente de dar algunas clases, debe tratar los temas a profundidad y luego dar acompañamiento para la formulación y ejecución de los proyectos. El acompañamiento mínimo que se debe dar para comenzar a ver resultados es de tres años. Este módulo, que se llama Módulo de Formulación de Proyectos de Inversión Pública con Enfoque de Desarrollo Humano e Infancia, introduce el desarrollo humano para la asignación de recursos económicos. Este módulo está ayudando a mejorar la calidad de la capacitación y se ha logrado poner en marcha proyectos de inversión pública en temas que antes se consideraba que no eran objeto de un proyecto de inversión pública, como, por ejemplo, atacar el problema de violencia familiar. Eso evidencia que no solamente se puede invertir en fierro y cemento, sino que también se puede hacer para enfrentar problemas sociales. Ese es un cambio importante que ha sido reconocido por el Ministerio de Economía.

¿Cómo ve la decisión de la Mancomunidad de Alcaldes de Ancash de priorizar la inversión en la infancia?
Esta decisión es un paso fundamental. Hay que consolidarlo. Que exista la Mancomunidad de Alcaldes es una maravilla, porque eso significa que se reconoce que los problemas no son de un distrito y no se pueden manejar en forma aislada. La Mancomunidad es quizá una de las mejores formas de organizarse. Esa decisión de unidad de las autoridades debe ser acompañada por las organizaciones sociales de la población. Ver el problema de la infancia es una señal que se está viendo más lejos. Se va a requerir capacidad técnica y una mirada concertada para identificar prioridades y objetivos comunes para el desarrollo de la infancia. Las prioridades de los cinco programas estratégicos nacionales a favor de la infancia pueden servir de base para que la Mancomunidad de Alcaldes de Ancash establezca sus prioridades partiendo de su realidad. Lo primero que puede hacer la Mancomunidad es establecer cuál es la población de cada uno de sus distritos y cuántos niños nacen cada mes, y decidir qué hacer para atender adecuadamente a cada uno de esos niños para que ninguno se quede atrás en su crecimiento y desarrollo. Para eso se necesita organización, no recursos económicos. No hay razón para no empezar a hacer eso desde este mes.

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